¿Que hay detrás de todo esto?¿Que intereses se mueven?
El segundo artículo
de Elena Vozmediano al que hacia referencia, aunque es algo anterior en el
tiempo, complementa muy bien al anterior en el sentido que visibiliza la
falta de sensibilidad, control y registro ordenado, de algunas obras de arte y
Patrimonio por parte de las Administraciones Públicas. Los intereses económicos
particulares, las decisiones políticas partidistas o la propia desidia, están
por encima del interés común.
El artículo al que
se hace referencia es el 19 de julio del 2013. Se titula ¿Patrimonio o decoración?
También publicado en el Cultural del Mundo.
En esta ocasión
Elena Vozmediano ahonda en el inadecuado control de algunas obras patrimoniales
y de cómo la dejación y, en ocasiones los intereses particulares, pueden acabar
repercutiendo en la perdida del Patrimonio de un país. Las Administraciones
Públicas tienen en muchas ocasiones gran responsabilidad. Para muestra, la obra
Crucifixión
de El Greco.
El cuadro ha salido
de España para ser subastado en Sotheby’s, con la autorización previa del Ministerio de Cultura,
evitando, eso si, toda clase de publicidad y trascendencia a la opinión
pública. Todo esto sin olvidar la pasividad con la que ha actuado la Diputación
vasca como responsable y tutora del Patrimonio Cultural Vasco. (El cuadro había
formado parte de Museo Zuloaga de Zumaia).
A la hora de
publicar el artículo se desconocía como se había repartido la herencia de
Ignacio Zuloaga y cual de sus nietos era el propietario que había puesto a la
venta la pintura. También se desconoce quien ha sido el comprador. (La pista de
otra obra de arte que se pierde...).
Algo similar ha
ocurrido con la colección Urvasco, que fue ofrecida como dación a la Administración con
motivo de las dificultades económicas por las que atravesaba el propietario.
Las obras de diferentes artistas que componían la colección homenaje a Eduardo
Chillida han acabado, finalmente, siendo subastadas en Christies’s.
El artículo refleja
otros casos y modalidades donde el patrimonio y el arte son valorados, más como
mercancía con valor puramente económico, que como un bien de interés cultural.
Los políticos de turno deciden que es arte y que pura mercancía en función de
sus intereses, ideología y necesidades económicas, más que como resultado de su conocimiento
en la materia.
Los ciudadanos
somos tratados como “incapacitados culturales”. Parece que nuestra
participación solo es preceptiva en eventos más populares o folklóricos o cuando, en manos de una buena publicidad, se orienta o dirige al espectador hacia
una exposición o acontecimiento que con seguridad reportará importantes ingresos
económicos. Esto en nuestro país es cultura.
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